En el pueblo de Sicar, una mujer samaritana cansada se acercó a un pozo, sin saber que su vida estaba a punto de cambiar para siempre. En Juan 4, encontramos a esta mujer que, en su quebrantamiento, encontró a Jesús, la fuente de agua viva.

Jesús le dijo: "Cualquiera que beba de esta agua pronto volverá a tener sed, pero todos los que beban del agua que yo doy no tendrán sed jamás. Esa agua se convierte en un manantial que brota con frescura dentro de ellos y les da vida eterna". (Juan 4:13-14).

El agua que ofrece Jesús no es como el agua del pozo; es la satisfacción y la plenitud que nuestras almas anhelan.

"Hay un vacío formado por Dios en el corazón de cada hombre que no puede ser llenado por ninguna cosa creada, sino sólo por Dios, el Creador, dado a conocer a través de Jesús".

La mujer samaritana, como todos nosotros, buscaba satisfacción en las cosas terrenales, pero Jesús le ofreció una realización más profunda y eterna.

¿Ha tratado de saciar la sed de su alma con placeres temporales?

El agua que ofrece Jesús va más allá de la satisfacción momentánea; es el agua viva que satisface los anhelos más profundos de nuestro corazón.

La invitación se extiende a usted hoy. Jesús llama:

"¿Alguien tiene sed? Venga y beba, ¡aunque no tenga dinero! Vengan, tomen vino o leche, ¡es todo gratis!" .

La salvación es un regalo ofrecido gratuitamente a todos los que creen en Jesús.

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