El amor de Dios no tiene límites y va más allá de nuestros defectos y fracasos. Está escrito en las Escrituras que “Dios es amor” (1 Juan 4:8). Su amor no conoce límites y perdura para siempre (Salmo 136:1).
A pesar de nuestros defectos, envió a su único Hijo, Jesucristo, para redimirnos del pecado (Juan 3:16). A través del sacrificio de Cristo, podemos experimentar el verdadero perdón y encontrar la vida eterna en Él.