El agua que ofrece Jesús no es como el agua del pozo; es la satisfacción y la plenitud que nuestras almas anhelan.
La mujer samaritana, como todos nosotros, buscaba satisfacción en las cosas terrenales, pero Jesús le ofreció una realización más profunda y eterna.
¿Ha tratado de saciar la sed de su alma con placeres temporales?
El agua que ofrece Jesús va más allá de la satisfacción momentánea; es el agua viva que satisface los anhelos más profundos de nuestro corazón.